Finkelstein y Silberman sugieren que la mayor parte del Pentateuco se empezó a redactar en tiempos del rey Josías y la reforma deuteronomista, y ése es el contexto del cual debemos partir para leer la mayor parte de la Biblia hebrea. Arguyen que las narrativas de los patriarcas, el éxodo, la conquista de Canaán, la monarquía unificada y los reinos de Judá e Israel, además de ser inconsistentes con la evidencia arqueológica, reflejan las circunstancias del período de la reforma deuteronomista.
De los patriarcas no queda ningún rastro arqueológico y esto es suficiente como para negar su historicidad . El texto está poblado de anacronismos ,el más significativo es el hecho de que las narrativas de los patriarcas incluyen camellos, cuando la arqueología revela que éstos fueron domesticados siglos después de la supuesta fecha en que vivieron los patriarcas.
Igualmente niegan el éxodo, fuera de la Biblia no hay confirmaciones del éxodo israelita, no hay evidencia arqueológica del éxodo. Si no hubo éxodo, entonces también resulta inconcebible la conquista de Canáan.
La monarquía unificada bajo David y Salomón es otra narrativa cuya historicidad Finkelstein y Silberman niegan.
Pese a esto, la Biblia más que un ‘fraude’ es a su juicio un texto literario producto de una extraordinaria capacidad narrativa que no necesita inspirarse en sucesos reales para enmarcar a un pueblo en una Historia.
El objetivo del libro es demostrar la imposibilidad histórica de muchas narraciones bíblicas basandose en la arqueología, la sociología y la historiografía y elaboran un ejercicio hermenéutico para intentar comprender qué circunstancias y por que motivos los autores de la Biblia elaboraron narrativas sobre eventos que nunca ocurrieron.
La Biblia desenterrada