Un pasado que creía superado, una amiga histriónica en la distancia, un mejor amigo
encantador y un vecino algo peculiar. Sofía lo tenía todo, o creía tenerlo porque un buen día se
encontró rodeada de "ex" (propios y ajenos), casualidades, malentendidos y un buzón lleno de
postales.
Dicen que el amor lo podemos tener justo al lado, sólo hace falta mirar para verlo. Para Sofía, el
amor se encontraba a treinta postales de distancia.
Sofía, una ortodoncista, se traslada desde Mallorca a Málaga para cambiar de aires, después de
una ruptura sentimental. Un año antes, y a través de Facebook, se había reencontrado con un
amigo de la infancia, Manu, que es el que la ayuda a instalarse. En el ascensor de la finca donde
vive, coincide todos los días con Jaime, un hombre que al principio le parece muy estirado, pero
con el cual, por uno de los muchos malentendidos que se suceden en la novela, comienza una
relación de amistad.
¿Por qué el amor de Sofía se encuentra a Treinta postales de distancia?
Treinta postales de distancia